Espejito, espejito
Qué es bello y qué es feo… pues para gustos los colores pero, en el campo de la psicología, siempre ha interesado qué determina que algo o alguien nos resulte más o menos atractivo.
Veamos los elementos fundamentales que nos hacen decantarnos por algún calificativo incluido en el continuum que va de la belleza a la fealdad.
Introducción
Andaba la malvada reina preguntando al dichoso espejo quien era la mujer más bella y ese desagradecido siempre nombraba a Blanca Nieves, provocando el consiguiente enfado en la primera. Y de fondo, subyacía el cuestionamiento de qué es bello o qué es más atractivo al comparar dos elementos o dos personas.
El antagonista de la belleza es aquello que se aleja de su canon y/o, en definitiva, aquellas características que una sociedad considera convencionalmente como feas o indeseables.
Cuidado en este punto, porque por más que nos pese, la cultura tiene mucho que decir en aquello que nos resulta o no atractivo.
Repugnancia
Pensad en algo desagradable, que se aleje de lo bonito o lo bello, que incluso sea indecoroso llegando a transmitir suciedad. Algo o alguien que os provoque una sensación de desaire o menosprecio, haciendo que el desdén sea la mejor de las decisiones. Quizá estoy siendo un poco exagerado, pero aunque aludimos a aspectos subjetivos, y es que la estética lo es, estamos hablando de la fealdad.
En este sentido, habrá quienes perciban algo como bello mientras que otras personas solo piensan en la palabra de tres letras (FEO). Por cierto, relativo al ser humano, se dice que la fealdad tiene que ver con aspectos de la selección sexual y que, por tanto, una salud física o herencia genética pobre o débil la mediarían.
En mi opinión, pero no soy un entendido, esto es muy relativo. Si bien es cierto que el ser humano tiende a decantarse por aquello que es estéticamente atractivo, el ya mencionado carácter de subjetividad acerca de la evaluación de lo estético es omnipresente.
No me digáis que no os parece increíble que la distinción entre lo que nos resulta atractivo o no por parte de nuestro cerebro dure tan solo 13 milisegundos. Una persona, un título, un vestido, etc. tienen ese margen temporal para resultarnos desde atractivos a repugnantes.
Buscando la belleza
Si la belleza tiene que ver con lo que alegra nuestros ojos y la fealdad lo contrario, podría concluirse que la primera se asocia a una preferencia inmediata y la segunda al rechazo. Pero qué hace que algo o alguien nos resulte bello.
Ya hablamos hace unos años de los elementos que influían en el atractivo de las cosas y, ahí estaban, cualidades como la simetría y la proporción. Pues sí, en líneas generales nos gusta lo simétrico (rasgos faciales, ropa, etc.), también lo sencillo, en tanto en cuanto, no nos gustan las complicaciones; si bien esto está mediatizado por la novedad y familiaridad que pueden hacer que, por épocas, nos gusten elementos menos simples.
Luego está el colmo de las complicaciones, que se carga cualquier atisbo de objetividad en este artículo. Hablamos de las motivaciones personales, que condicionan cualquier mínimo de objetividad y determinan la percepción de la belleza (incluida la humana). Si a esto le añadimos características fisiológicas, aspectos biológicos o elementos sociológicos como el efecto Halo (al considerar algo o alguien atractivo hay una atribución mayor de características positivas), pues tenemos un cocktail absolutamente variable respecto a lo que es atractivo.
Conclusiones
Intentaré hablar con la malvada reina del cuento o con los 7 enanitos, que lo mismo es más fácil. Ella era bella y ellos eran feos, o ¿era al revés? -seguro que os mediatizaban las motivaciones-.
Quizá este artículo os da las claves de por qué una u otros nos resultan menos o más atractivos o quizá os he liado más.
Maravillosa subjetividad aquella que nos invade y nos enriquece, y es que, cada una habla de la feria según lo que le va en ella.
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