En el día a día tendemos a realizar múltiples lapsus linguales y/o situaciones en las que “metemos la pata” y hablamos o decimos algo que no deseamos.
Conozcamos más acerca de qué hay detrás de estas situaciones.
Introducción
Qué nadie se asuste, no vamos a hacer proclamas políticas vinculadas a bolivarianismos, monarquías eméritas u otros calificativos de esta índole. Imaginad que no habría un DSM-5 (ni tan siquiera TR), que lo soportase. Más bien, vamos a intentar ser un pelín polímatas, “palabro” que se vincula a un aprendizaje continuo que deriva en la búsqueda de diferentes áreas.
En realidad, es difícil centrar la temática, porque aquellos que quieren siempre tener la razón (por aquel entonces el comandante Chávez) suelen ser denominados como convalecientes del Síndrome de Hubris (condición de la que ya hablamos en el artículo dedicado a Putin , pero aquí se pretende hablar de aquello que, en ocasiones, no debemos decir y, sin embargo, acabamos expresando aún a sabiendas de que estamos metiendo la pata.
Los tabúes
Quizá tabú es el término perfecto para referirnos a aquello que supone algo extraño o incorrecto, habitualmente de contenido religioso, económico, político, social o cultural, por una razón que no suele ser justificada o no requiere ser comprendida.
Pues nada, no es esto lo que buscamos; si no las meteduras de pata vinculadas a hablar lo que no se debe. En este sentido, frente al tabú, podría aparecer el eufemismo, que no deja de ser una expresión que sustituye a otra en aras de disminuir la carga ofensiva de la segunda.
Admito que me estoy liando, porque a aquello a lo que se pretende hacer alusión es a decir cosas que sabes que no quieres decir, pero acabas expresando en la cara de quien no debe escucharlo. Y sé que me entendéis. No quieres hablar de las verrugas y nombras al pintor Berruguete (ojo, no es un chiste malo), intentas evitar nombrar a alguien y es la primera persona que te viene a la mente y a la boca, etc.
He de deciros que, como nos gusta el conocimiento, estas situaciones son llamadas actos fallidos y, para quien se mueva en la erudición, deslices freudianos.
Eufemismo por doquier
Al hilo de lo que se puede y no decir, cuándo y cómo hacerlo o, incluso, dónde… qué duda cabe de las inmensas posibilidades que nos aporta el lenguaje.
Así, imaginaos que alguien os dice que quiere cerrar los ojos. ¡Uff!, peligro. Algunos pensarán que quiere dejar de existir. Los más devotos, que quiere entregar el alma a Dios y, a quien pille en situación de romanticismo, se plantearán la exhalación del último suspiro.
Cuidado, que las personas eruditas hablarán de lapsus o parapraxis y te podrán hacer desde hipótesis psicopatológicas (esta persona se quiere morir inconscientemente) hasta anodinas, planteando un simple equívoco inconsciente vinculado a otra persona.
Neurolingüística
En realidad, y no sé si lo parece, estamos hablando, tácitamente, de neurolingüística. Esta rama didáctica alude a la relación que existe entre el lenguaje y el estado de ánimo interno, es decir, los circuitos neuronales que se nos activan en el ámbito de la comunicación.
El lapsus, la analogía, el eufemismo, ser un polímata, etc., no dejan de ser manifestaciones de aquello que nos pasa por la cabeza y no alcanzamos a inhibir con la siempre mejorable corteza prefrontal (en unos más que en otros).
Y es que ya decían algunos que es mejor estar callado y parecer tonto que abrir la boca y disipar dudas… Sabio consejo que, eméritamente retrotrae a decir, por qué no te callas.
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