Singapur-ur-ur
singapur-ur-ur

Singapur-ur-ur

En uno de los artículos de curiosidades de unos años atrás (titulado Des…pa…ci…to…), se planteaba el tema de las ideas obsesivas como elementos clave para la fijación de determinadas melodías en nuestra mente.

Esto servía de excusa para nombrar la capacidad que  tenemos de programar nuestro pensamiento.

En esta ocasión y desde un enfoque ameno, se enunciarán los determinantes que hacen que se nos peguen unas melodías y no otras.

Introducción

Dicen los estudiosos de esta temática que determinadas melodías, aun habiendo cesado, siguen produciendo actividad en la corteza cerebral auditiva y hete aquí que quien redacta este escrito (no me juzguéis por hablar en tercera persona) estaba tan tranquilo este fin de semana en una parcela anexa a otras tantas y vio truncada su calma estival con un sonido estridente de fondo que decía Vamos para Singapur-ur-ur-ur- y no sé cuántos ur más de estos.

El caso es que tanta profundidad melódica me hizo fijarme en cómo seguía la canción y decía argumentos tan integradores y feministas (vid ironía) como que Si encontramos un árabe, le quitamo´ una hookah o Dale mami ven, vamo´hace´de to´ y no sigo por vergüenza antitaurina.

Llamadme carca, pero me interesé por el tema y descubrí que es un ¡mega éxito! en la actualidad y  no pude más que preguntarme, qué nos está pasando

Uno que nació a finales de los 70 puede llegar a entender que tampoco era del todo sano tararear compulsivamente ese tema de los Pecos que decía Háblame de ti, de tu ansiedad, de la eternidad, si fuera verdad… por dejar de sentirme en soledad, para hacerme tuyo.

Cada época tiene lo suyo y aunque, en mi humilde opinión, es cierto que el Reggaeton está aniquilando la idea de poner música a las plantas para que crezcan mejor (supongo que saldrían carnívoras), no menos cierto es que algunas melodías son pegadizas.

Qué nos engancha a una melodía

Volviendo a la idea de esa corteza auditiva que sigue activa pese al cese de estimulación, no miento al decir que el ur-ur-ur… atronaba en mis áreas 41 y 42 de Brodmann (corteza auditiva primaria y secundaria respectivamente) y esto validaría a aquellos que dicen que la única manera de librarnos de esa activación cortical incesante es repetir mentalmente la canción.

Vamos, que es como si nos picase un insecto y necesitáramos rascarnos.

Pero cuáles son las canciones más pegadizas, por qué temas simples y repetitivos, por malos (incluso pésimos) que sean, se quedan enganchados en nuestra masa cerebral.

La respuesta es tan sencilla como las propias canciones:

Aquellas que son más rápidas, más fáciles de recordar y contienen una gran cantidad de repeticiones tienen todas las papeletas para instalarse en nuestras mentes.

El estudio al que me refiero fue realizado entre 2010 y 2013 con una muestra de 3000 personas y los temas más nombrados fueron Bad Romance (Lady Gaga), Moves Like Jagger (Maroon 5), Bohemian Rhapsody –menos mal- (Queen) o Alejandro (Lady Gaga) entre otros.

No obstante, he de añadir que la música conecta con nuestras emociones y, en este sentido, las redes cerebrales podrían justificar el que determinados temas se nos peguen en unas circunstancias y no en otras o, de otra forma, seamos más propensos a fijarnos en algunas canciones o guardarlas en la memoria en función de eventos emocionales relevantes que acontecían al escucharlas por primera vez.

Conclusión

Dicho esto, me está entrando cierto miedo, ya que en el momento de los hechos relativos a ese país del sudeste asiático que da título a este escrito, me encontraba relajado y me había dado un refrescante baño.

A ver si me va a dar por empezar a rascar mi corteza cerebral… quizá acabe haciéndome una hemorragia cerebral si mis redes neuronales tienen a bien quedarse con la cancioncita.

Mucho peor aún ¿y si esto me lleva al Reggaeton? (respetando a quien le guste pero manifestando mi disgusto) y me aficiono a sus temática.

Pese a mi bisoñez en la materia y mi resistencia a creer que esta música tiene un origen humano, los ritmos que imperan proceden del “dembov jamaicano” produciéndose una combinación de tresillo (tres figuras iguales que entran en el tiempo de dos) complementado con bombos y estilos dancehall, raggamuffin y hip hop.

Casi ná, nos hemos quedado tan a gusto con la explicación, pero sigo consternado pensando en si se está gestando en mi cerebro una red con temas como Pam Pam, Gata Fiera, Oye Mi Canto, Felina (vaya obsesión gatuna que tienen) o Vamos a Matarnos en la Raya

En fin, creo que volveré a los Pecos o, en otras palabras, intentaré poner mi propia música en momentos agradables para fomentar redes neuronales saludables y así honrar la cita de Nietzsche que decía:

Sin música la vida sería un error.

 

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