Hay múltiples sesgos cognitivos. Uno de los más curiosos se identifica con la frase que dicen quienes lo presentan. Ya lo decía yo.
Conozcamos que hay detrás de esta creencia de poseer el conocimiento absoluto.
Introducción
Admito que en varias ocasiones (bueno, cientos) he tirado del mantra “ya lo sabía yo” y juro por mi vida que lo sabía.
En realidad, probablemente no tenía ni la más pijotera idea de que podría suceder, pero uno es orgulloso y no quiere reconocer sus errores y mucho menos mostrar que no vi algo relevante a la hora de tomar una decisión. Esto del ya lo sabía yo es un error de juicio respecto de nuestros recuerdos e implica un prejuicio retrospectivo o de recapitulación.
Bajo este sesgo nos sentiremos una especie de mediums de medio pelo y trasnochados con una clarividente capacidad para anticipar las consecuencias derivadas de cualquier acción o decisión.
Y es que, no me digáis que no es tentador predecir a posteriori para así no equivocarnos nunca. Total, a toro pasado todo son pulgas.
El sesgo de ya lo decía yo
Son los todólogos los máximos especialistas en este sesgo. Aunque no me considero uno de ellos (ya sabéis, esos que opinan de fenómenos de toda índole como, por ejemplo, la física cuántica termonuclear que subyace a que la corteza de un torrezno cruja o el porqué de que cuando el cielo está gris haya más probabilidad de lluvia), esto de reconstruir nuestros recuerdos en base a experiencias pasadas con la finalidad de dar veracidad a nuestras ideas y conseguir el molde perfecto para validar nuestro discurso es una pasada. Como es lógica, nuestra recuperación de hechos pasados no goza de demasiada fiabilidad
Este sesgo afecta al modo en que recuperamos los contenidos de nuestra memoria, hechos y datos. Distorsionamos nuestros recuerdos, y así modificamos nuestra percepción sobre los acontecimientos pasados, como pensábamos, como reaccionamos, cuáles fueran nuestra decisiones y acciones, reconstruyendo nuestros recuerdos en experiencias pasadas a todos esos hechos, con la finalidad de dar veracidad y que se adapten como un guante a cómo se desarrolló finalmente la situación.
Poniéndonos un poco psicodinámicos, podríamos interpretar este sesgo como un mecanismo de defensa. Así, puede suceder el llamado sesgo de resultado (para la gente fina, outcome bias).
En otras palabras, quien tiene la idea de generar un juicio de peligro ex ante desde una posición ex post puede verse condicionado por lo que ha acaecido. Como por nombres que no quede, esto sería el efecto Knobe o efecto del efecto colateral (side effect effect). En castellano, si la cosa sale bien es porque nosotros lo valemos y si la cosa sale chunca será culpa de los demás.
La solución
Aunque el sesgo tiene la función de preservar nuestro ego, al creernos poseedores de toda la verdad, lo cierto es que lo idóneo sería aprender del pasado para no volver a cometer los mismos errores. Es decir, más que pretender señalar que acertamos siempre, es mucho más interesante asumir los propios errores y convertirlos en una fuente de aprendizaje.
Podría decirse que el sesgo de ya lo decía yo habría de transformarse en para otra ya he aprendido la lección. Pese a lo dicho, tampoco pasa nada si algún/a ilustre todólogo/a sigue explicando todo lo que ocurre a posteriori, y es que no me digáis, que no hacen gracia cuando son capaces de decir ya lo dije yo, al darse la noticia en prensa de que un meteorito pasará cerca de la Tierra. Sí, ya lo habían dicho.
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