Ataques de pánico ¿Por qué se producen y cómo controlarlos?
Ataques de pánico

Ataques de pánico

 

El trastorno de pánico se diagnostica a partir de la aparición de crisis de pánico recurrentes, inesperadas y espontáneas sin la aparente existencia de una factor externo u objeto temido que las provoque.

La prevalencia de esta afección está en torno al 3%, si bien, muchas personas sufren alguna crisis de pánico a lo largo de su vida.

Comentaremos las principales características de la afección y cómo enfrentarnos a la misma.

 

Síntomas de un ataque de pánico

Imagina que, de repente, en apenas unos diez minutos, te invade una sensación de malestar incontrolable,  miedo o incluso terror, apareciendo la sensación de que va a ocurrir algo catastrófico (muerte, locura, pérdida de control, etc.) y un deseo de huir de la situación. Esta sería la secuencia típica de los llamados ataques de pánico.

Los ataques de pánico  ocurren a lo largo de la vida de entre un 1 y un 3% de la población y sus causas son desconocidas.

Las hipótesis genetistas plantean una liberación masiva de catecolaminas como determinante de la aparición de los mismos y, generalmente, ante la presencia de estímulos específicos.

Entre los principales síntomas de un ataque de pánico se encuentran:

  • Aumento de la frecuencia cardíaca (palpitaciones)
  • Sudoración
  • Sensación de ahogo o falta de aliento
  • Temblores o sacudidas
  • Sensación de atragantamiento
  • Opresión o malestar en el pecho
  • Náuseas
  • Molestias abdominales
  • Inestabilidad
  • Desmayos o mareos,
  • Miedo a perder el control o volverse loco,
  • Miedo a morir
  • Entumencimiento u hormigueo (parestesias)
  • Sensación de irrealidad (desrealización) o sensación de estar separado de uno mismo (despersonalización), junto con escalofríos y sofocos.

Los síntomas pueden desaparecer. Al fin y al cabo los ataques de pánico suponen una muestra de ansiedad excesiva, es decir, patológica, que lejos de ser adaptada lleva a quienes los padecen a un perjuicio físico y mental.

 

Clasificación de ataques de pánico

Los ataques de pánico, también conocidos como crisis de angustia han sido clasificados en función de las circunstancias en que aparecen y su modo de inicio.

  • En primer lugar, están las crisis espontáneas o inesperadas, en las que no se observa un desencadenante inmediato y que son las que definen el trastorno de angustia o trastorno de pánico.
  • Seguidamente, hablaríamos de las crisis desencadenadas por determinadas situaciones y/o estimulación o desencadenante ambiental. Estas crisis serían de tipología fóbica y suelen ceder rápidamente ante conductas de evitación exitosas.
  • Por último, estarían las crisis motivadas por situaciones que, al igual, que las anteriores, estarían determinadas por la exposición a algún desencadenante ambiental que intentamos afrontar. Estas crisis definirían la agorafobia. En todo caso, podríamos subrayar la estrecha relación existente entre los ataques de pánico y la ansiedad.
  • Por otro lado, conviene señala que existe la posibilidad de sufrir ataques de pánico al dormir. Los ataques nocturnos no se diferencian de los diurnos salvo en la absoluta incapacidad de poder ser previstos (algunos diurnos sí se pueden prever). En principio, se suelen acompañar de un cuadro de ansiedad diurno. Se suelen producir en sueño No REM, cuando estamos más relajados.

 

Tratamiento de los ataques de pánico

Respecto al tratamiento, más allá de la posibilidad de acudir a fármacos, parece más relevante aplicar una terapia para tratar los ataques de pánico.

En este sentido, sería el enfoque cognitivo conductual el que mayores estudios científicos aglutina que avalan su eficacia.

Las pautas psicoeducativas, reinterpretar el problema, desviar la atención, técnicas de relajación, etc., se tornan como fundamentales para lograr el manejo de las situaciones elicitantes y el control de la posible sintomatología. Estos procedimientos son más lentos en los resultados pero más eficaces a medio y largo plazo que la mera administración de psicofármacos.

Con todo, el ataque de pánico supone una especie de descontrol con una sintomatología muy vegetativa que suele responder a estímulos desencadenantes de ansiedad y, lo importante, es lograr que no nos desborden los problemas y tener estrategias de afrontamiento ante los mismos y/o sus consecuencias.

 

 

 

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