Desafortunadamente, cada vez salen más “actuaciones” ejercidas por las llamadas “manadas” en los medios de comunicación.
Adentrémonos en este fenómeno y sus determinantes.
Introducción
Según la Real Academia de la Lengua Española, el concepto de manada alude a un conjunto de animales de una misma especie que andan reunidos. Puestos a tirar de diccionario, un animal es un ser orgánico que vive, siente y se mueve por propios impulsos. Y, siguiendo con esta dinámica, lo del impulso implica una fuerza que se aplica a una cosa para que se mueva, en especial la que imprime un movimiento rápido.
Quizá alguien dude de que la aplicación del término manada sea la más adecuada, pero la etimología de los términos que implica, no nos aleja de entender que aquellos que cometen violaciones sexuales grupales no dejan de comportarse como una manada (con perdón de los animales) que, pese a tener aparentemente conciencia de lo que hacen, se comportan conforme a sus pulsiones sin mirar más allá de la satisfacción inmediata de sus deseos y, por extensión, sin tener la más mínima consideración hacia las víctimas de sus actos.
Qué dice la psicología
Quién crea que tiene la explicación de estos fenómenos, probablemente se equivoca, ya que hay una amalgama de factores implicados.
No obstante, pese a las reticencias a considerar que son situaciones con tendencia a incrementar su presencia; lo cierto es que los diferentes cambios sociales y, para qué engañarnos, el modelo social actual, no solo no dificultan la aparición de estos fenómenos, sino que, aun no promoviéndolos, podría haber un contexto que banaliza y/o, desde luego, no impide que puedan existir.
Detrás del tipo de agresiones que ejercen las llamadas manadas, habría una inexistente planificación caracterizada por la sensación de diversión y/o de pasarlo bien para quienes cometen atrocidades.
Hay un grupo de jóvenes detrás, no esperéis un perfil diferente y, por supuesto, serán personas que tienen distorsiones cognitivas en forma de pensar erróneamente acerca de las relaciones sexuales (p. ej.: si me rechazan, en realidad, me lo están poniendo difícil y hay que insistir o incluso intentarlo). El buen agresor (vid ironía) justifica su acción y niega la responsabilidad o el daño, llegando a culpar a la víctima.
Cuidado, que aquí se mezclan ideologías y los/as hay que incluso niegan estos fenómenos convirtiéndose en cómplices insospechados de estas deleznables acciones.
Por supuesto, no les deis ningún tipo de sustancia psicoactiva, no vaya a ser que les sirva de justificación tras, eso sí, haber consumido, a lo largo de sus vidas, porno por doquier.
Por cierto, inciso necesario. El consumo de porno en edades tempranas normaliza prácticas antagónicas a la igualdad y, evidentemente, al sexo consentido.
Tengamos cuidado con los líderes seductores y/o facilitadores de las acciones de unos tristes secuaces que, amparados por una aparente evasión de la culpa, imitan al agresor inicial e incluso le superan a la hora de obrar esta lacra, desgraciadamente de actualidad.
Qué dice la sociología
Aunque a uno le tire la profesión y tienda a pensar en factores individuales/psicológicos, no hay que negar dos variables muy relevantes.
Por un lado, están los mitos sobre la sexualidad, que puedan tener esta suerte de miembros de una piara (que me perdonen los gorrinos) y, por otro lado; por más que nos pese, está la cultura patriarcal, que fomenta actitudes machistas de dominio y control sobre el sexo femenino.
Quizá pueda parecer exagerado, pero hemos de actuar para que no se normalicen este tipo de acciones llegando incluso a culpar a las víctimas.
Qué hacer
Educar en equidad de género, que es la que permitirá que tanto varones como mujeres tengan las mismas oportunidades.
Sólo el posibilitar y garantizar el acceso igualitario de ambos sexos al conjunto de derechos ciudadanos podrá facilitar que, en el futuro, vayan cambiando los factores que, hoy por hoy, dan pie a que existan conjuntos de seres humanos que faltan al respeto a los animales que se agrupan en manadas.
Autor: Juan Jesús Muñoz García
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