Joker
JOKER

Introducción

Cuánta tristeza reflejada en un diario puede conllevar expresar que la peor parte de tener una enfermedad mental es que la gente espera que te comportes como si no la tuvieras.

Cuánto dolor siente una persona que vehementemente se dirige a una trabajadora social en términos tales como siempre haces las mismas preguntas, ¿tienes pensamientos negativos? o qué soledad refleja aquél que llega a preguntarse si es justo que ¿un solitario mentalmente enfermo con una sociedad que lo abandona y lo trata como basura?

Joker (la película)

El Joker expresa la deriva de un individuo y, por extensión, de una sociedad en un contexto de pérdida de oportunidades que se traducen en no acceder a una sanidad pública de garantías.

La sociedad se presenta como estigmatizante y con un carácter de agente que denigra al diferente abandonando cualquier acción inclusiva.

El devenir de los acontecimientos concluye en una hecatombe final en la que se refleja una triste pero hiperrealista plausible realidad.

La inexistencia de una identidad sólida, la fácil adhesión a identidades tumultuarias donde diluir la responsabilidad, el descontento personal y la percepción de falta de oportunidades, la inexistencia de objetivos colectivos moralmente deseables y un sinfín de factores relacionados con la inadaptación y estigma autopercibido por las personas y, aún más,  por el afectado por la enfermedad mental, se traducen en una explosiva situación final en la que la violencia parece el único recurso.

Lejos de entrar en dimes y diretes acerca de si esta película justifica la violencia o la asocia a la enfermedad mental, hay que centrarse en cómo la sociedad acoge a los diferentes.

El inicio del Joker puede parecer exagerado pero, desgraciadamente, es más habitual de lo que parece.

Humillar al diferente y maltratarle; rechazarle cuando bromea con un niño, ser engañado por un compañero de trabajo;  tener que volver uno y otro día a una casa en la que su mente se ha escindido y reprimido el recuerdo de haber sido maltratado y vejado por su padrastro, incluso sexualmente, con la connivencia materna; la vulnerabilidad a la enfermedad mental que supone tener una madre con una personalidad narcisista y estructura delirante así como la perpetua vivencia de rechazo, se traducen en el clímax alegórico derivado de acceder a sus recuerdos al apropiarse del historial psiquiátrico que revela su dura infancia.

Sin embargo, las actitudes y conductas agresivas que se derivan de vencer el mecanismo de defensa represivo que hasta entonces le permite contener su predisposición antisocial están precedidas de unos rasgos marcados por un halo depresivo pero que se dedica a hacer reír, de unas risas inmotivadas y de la nítida presencia de unas alucinaciones complejas presumiblemente justificadas internamente por delirios estructurados.

¿Ficción?

Ficción o no, nos encontramos ante síntomas psicóticos y, por supuesto, unas risas inmotivadas que pueden ser abarcadas por una afección neurológica de tipo epiléptico denominada epilepsia gelástica y que, precisamente, deriva en risas inmotivadas y cambios bruscos de humor amén de problemas de aprendizaje.

Sintetizando, es creíble el diagnóstico de epilepsia gelástica (risas inmotivadas y cambios de humor bruscos con ataques de ira), una probable esquizofrenia paranoide (delirios y alucinaciones) junto con unos rasgos de personalidad antisociales con ligeras dosis de narcisismo que constituyen una personalidad inmadura.

Este cocktail es aderezado por el estigma social y por el maltrato sanitario que supone la dificultad de acceso a abordajes terapéuticos adecuados y/o, simplemente, una medicación mínima que posibilite, al menos, una contención química. Ante toda esta situación, el acceso a su pasado es la mecha que enciende y libera la sociopatía gestada en todo su desarrollo vital.

Que muestra

El Joker muestra una sociopatía carismática al ser convertido en líder de una revolución social y, aunque no lo veamos, asumir ese rol que contribuye a dar una identidad a su previamente empobrecido y vilipendiado self.

La violencia gráfica y explosiva de sus homicidios, la materialización de su venganza ante quienes han maltratado su ser o el halo envolvente de tristeza y miseria que le rodea, nos adentran en su perturbada psique pudiendo provocar que lleguemos a identificarnos con sus acciones.

La oscuridad de las escenas, una envolvente banda sonora, la brutalidad de sus vivencias, esa intensa estética setentera y, en definitiva, toda la escenografía, nos abocan a una identificación con el personaje que nos puede hacer atisbar una aparente justicia social en sus acciones.

Decía el Joker que esperaba que su muerte tuviera más sentido que su vida y lo que una sociedad madura ha de preguntarse es si cuida e integra a aquellos que lo necesitan o los abandona y maltrata quitando el sentido a su existencia.

Solo espero que llegue el día en que no definamos al otro por su discapacidad o enfermedad mental, sino por su capacidad para hacer frente a los retos que la vida plantea, es decir, que no esperemos que el diferente se comporte como si no lo fuera.

 

 

 

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