Se está hablando mucho de la película titulada La sustancia. En breve estará más accesible que hasta la fecha y parecía oportuno hacer un breve análisis de una película no apta para todos los gustos, pero sobre la que planea un trasfondo psicológico relevante.
Adentrémonos en sus entresijos (nunca mejor dicho por el llamativo final) disculpándonos, de antemano, por los spoilers.
Introducción
Imagina llegar al final de tu quinta década de vida e, injustamente, ser despedida de tu programa gimnástico por tu avanzada edad. Para colmo de los males, te has convertido en una persona famosa y, por tanto, observada; algo que deriva en que en ese fatídico día, compruebes como quitan carteles con tu rostro en esas carreteras plagadas de información aparentemente inocua.
El resultado es un accidente por distracción y la aparición de un producto en forma de suero (la sustancia) al estar ingresada en el ámbito hospitalario que tiene la capacidad de generar una versión más joven, hermosa y perfecta de una misma. Jolines, a ver si me lo pasan, pero sin consecuencias. Lo sé, todos habéis pensado lo que la protagonista de esta historia… que me lo den. El caso es que ella se lo inyecta y obtiene el resultado.
Diréis, cuál es la consecuencia. Pues sencillo, el producto provoca una relación simbiótica entre dos cuerpos, el original y otro surgido del mencionado.
Lo que pasa de uno a otro es la conciencia, algo que ocurre cada 7 días mientras que uno de los dos cuerpos permanece inconsciente.
Lo jorobado del asunto es que el yo inconsciente requiere tratamiento en forma de inyecciones para no deteriorarse. ¡Ah!, las inyecciones son de un líquido, llamado estabilizador que se extrae del cuerpo original. Y, a partir de ahí, dejo de hacer spoiler por riesgo de enfado colectivo.
De qué hablamos
Se me ocurre que hay que valorar como somos en lugar de anhelar la utopía. En otras palabras, se plantea el sometimiento de la belleza a una mirada masculina (quizá también femenina) claramente vejatoria en lo que al paso del tiempo se refiere.
Hablaríamos de una especie de gerascofobia en el caso de la protagonista que provoca un miedo irracional a envejecer, ante lo que surge una especie de formación reactiva en forma de intentar impedirlo a toda costa; si bien, paradojas de la vida, esto suele tener una contraprestación.
Cabe reseñar que la gerascofobia no deja de ser un rechazo inevitable al paso del tiempo. A la gerascofobia se le añaden otros conceptos como el de midorexia o gerontofobia.
La primera, alude a la conducta obsesiva por aparentar ser más joven, algo aplicable al film reseñado. La segunda, al rechazo a las personas mayores.
En todo caso, de lo que es inevitable hablar es del llamado edadismo, que implica la discriminación hacia colectivos de personas por razón de su edad.
Inevitable recordar El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde al hablar de La sustancia.
Qué hay detrás
La internalización o aceptación de estereotipos relacionados con el paso del tiempo, el sentimiento de identidad social en lo que atañe a atribuir características positivas a los que se identifica como más jóvenes, el cumplimiento de las expectativas sociales (tener hijos a según que edad, comprar casa, etc.) y, lo más importante, el miedo a la muerte; son determinantes en el devenir del argumento de La sustancia. Por añadidura, el hedonismo que nos invade en forma de una excelsa promoción de la belleza y el éxito en contraposición a una demonización del envejecimiento.
En la película se abordan estas temáticas y, también, de fondo, la exigencia que se hace al sexo femenino y no tanto al masculino, ya que en el último, incluso la vejez en forma de lo que coloquialmente se llama “madurito”, puede ser hasta premiada.
Señalar que, quizá, cabría aplicar el concepto de dismorfia dado que la película alude a una percepción distorsionada del cuerpo. Esto ocurre, sobre todo, en una escena ulterior que no boicotearé porque creo ya em he excedido lo suficiente.
Concluyendo
Quién sabe si la protagonista de La sustancia, antaño visionaria de fantasmas, hace una especie de (homenajeando a Freud), a partir de una escisión psicológica, a saber, división interna con dos personalidades contradictorias. Al fin y al cabo es lo que sucede en la película pese a que, aparentemente, hay un traslado de conciencia.
Lo que es obvio es un envejecimiento considerado como algo negativo y la juventud a modo de sueño necesario. ¡Ainsss!, respetemos el envejecimiento, asumámoslo y disfrutemos del paso del tiempo.
Y es que, ya lo decía Picasso, uno empieza a ser joven a la edad de sesenta años (típica frase que nos decimos los que buscamos, encarecidamente, La sustancia).
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