Tirando de folk psychology o, como podría pensarse, la psicología del/de la vecino/a del quinto, a nadie se le escapa que en la sociedad actual hay muchos problemas conductuales presentes que son abordados y etiquetados desde la salud mental.
Adentrémonos en la influencia que tiene el vivir en una sociedad capitalista y/o fruto del neoliberalismo respecto a la salud mental de las personas inmersas en ese sistema.
Introducción
Pensemos en el poderío de la industria farmacológica (y de su descendiente llamada psicofarmacología), valoremos a los emprendedores en detrimento de las personas desempleadas y también la precariedad laboral o la que llaman flexibilidad en el trabajo que, traducida, al castellano, implica niveles de estrés laboral y sufrimiento inenarrables.
Y si también nos cuestionamos otros elementos como la tendencia a la patologización de casi todo (cuidado con esto, ya que no se minimiza la existencia de trastornos, sino que se cuestiona el etiquetado de muchas situaciones meramente adaptativas).
Machaquémonos por la mala prevención terciaria, cuestionemos la ineficaz prevención secundaria y no profundicemos tanto en la prevención primaria. Alimentemos una sociedad sin referentes normativos claros, tendente a forjar identidades en torno a likes, me gusta o similares y, de repente, paremos y démonos cuenta que, cada vez hay más trastornos del control de los impulsos, personalidades inmaduras u otras afecciones de esta índole.
Está claro, bienvenidos a la psicopatología del capitalismo.
La fenomenología como base
La fenomenología tiene como objetivo el estudio de los fenómenos (valga la redundancia) y considera que éstos son las experiencias de la conciencia, sin influencia de la experiencia previa y/o vivencias pasadas.
Desde este punto de vista, podríamos pensar que no hay una evolución en los trastornos mentales, sino simplemente una “adaptación” a la realidad circundante interpretada a los ojos de la conciencia de quienes viven en una sociedad con unas características muy concretas.
Hete aquí, una realidad incuestionable, que tiene que ver con algo tan aparentemente sencillo como lo siguiente, si en la base de muchas agresiones está la frustración y si estar habituado (por la infancia) a obtener siempre lo que se quiere condiciona que haya reacciones exageradas en el futuro cuando no se puede conseguir; se estará creando una conciencia fenomenológica que interprete que todo aquello que se quiera, se ha de poseer.
Se podrían poner otros ejemplos, como un adolescente que sea excluido de determinados grupos de wasap y, sin embargo, vea como quienes están en más grupos son más queridos. Inevitablemente mirará en las redes y/o buscará si tiene los mismos/as seguidores en términos de manos haciendo el ok, corazones, o emojis amorosos. Imaginad que encima le ponen alguna cara de “asquito”, pues éramos pocos y…
Psicopatología peninsular
Aunque hay mucha variabilidad, las patologías más presentes en nuestras fronteras son:
- Depresión
- Esquizofrenia
- Ansiedad
- Alzheimer
- Fobia social
- Trastornos bipolar
- Estrés postraumático
- Trastorno obsesivo-compulsivo.
Si profundizamos en el área de la personalidad, huyendo de la visión norteamericana (DSM-5 mediante) de la personalidad obsesiva como óbice de las patologías caracteriales, encontramos que hasta un 5,9% de la población puede ser diagnosticada de un trastorno límite de la personalidad (TLP).
Cierto es que se ha postulado incluso un determinado sesgo de género (a favor y/o en detrimento de las mujeres, según se entienda) de esta patología, que sería más frecuente en mujeres. Incluso aludiendo a la perspectiva fenomenológica previamente señalada, se ha llegado a señalar, que el TLP supone la medicalización de los sentimientos y conductas autoagresivas de las mujeres en respuesta a las contradicciones de género y violencia de la sociedad moderna actual.
Dado que no hay suficientes estudios que adopten la perspectiva de género a fondo, no será este escrito el que valide o rechace la idoneidad del planteamiento previo, pero sí parece oportuno plantear una reflexión de otra índole respecto a la prevalencia general de los trastornos de la personalidad y su relación con los diferentes cambios sociales (entre ellos el creciente y envolvente capitalismo) que nos rodean.
Diagnósticos en España
Así, en 2011 habría algo menos de 80.000 casos de trastorno de la personalidad diagnosticados en España, en 2015 la cifra ascendía a una cifra ligeramente inferior a 215.000 y en 2021, hablaríamos de unos 676.000.
Cuidado, que como siempre digo, no están todos los que son, ni son todos los que están.
Puede que no se diagnosticasen, incluso que hubiere menos, quizá que estuvieran más adaptados o por qué no plantear, simplemente, que los diferentes cambios sociales modulan la aparición de unas patologías u otras y, por extensión, que la transformación de las sociedades, incluso desde un punto de vista económico, influye en la patoplastia de los trastornos mentales.
Y es que ya decía Carl Jung, que cuanto más retrocedamos en la historia, más veremos a la personalidad desaparecer bajo la sobrefaz de lo colectivo.
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