El pasado mes de junio murieron 5 mujeres en el contexto de violencia de género.
Sin embargo, este término no deja de ser objeto de controversia social y, por extensión, en el ámbito político, donde no deja de utilizarse como arma arrojadiza entre unas y otras ideologías.
Acerquémonos al significado del concepto y a sus implicaciones.
Aclarando términos
Aunque los efluvios políticos pueden inmiscuirse en la intelectualidad, se hará un intento de no mezclar churras con merinas y ofrecer una visión lo más aséptica posible. Desde una pura definición conceptual, la violencia doméstica es aquella que se origina en el núcleo de la familia y durante la convivencia entre sus miembros.
No sé si frente a ésta, pero sí diferente, sería la violencia de género, que se comete hacia una mujer por el simple hecho de ser mujer. Es decir, no hemos de acudir a una polisemia del término violencia doméstica porque no comprendería a la violencia de género, que tiene unos determinantes (factores de riesgo), disparadores y/o desencadenantes e implicaciones (consecuencias) netamente diferentes a las de la violencia doméstica.
Por si hay dudas
Ser más p… que las gallinas, ser una zorra, las princesas frente a los caballeros, estar jamona, ser una perra, incluso cerda, no te digo nada de la fulana o la verdulera… y cuídate de las sargentas o gobernantas que pueden comportarse como lobas.
Aquí la polisemia, con implicaciones discriminatorias negativas, sí hace su agosto y no hay ningún meapilas machista que se precie que no maneje esta terminología a la perfección, aplicándola en su día a día.
Estas personas son las que se preguntan si existe la violencia de género. La normalización de estos machismos puede derivar en una especie de estado de ataraxia que, a su vez, conduzca a negar la realidad de considerar que una mujer de 53 años que recibe más de 100 puñaladas “antes de morir” por parte de un agresor que ya tenía denuncias previas en Dos Hermanas, u otra mujer de 19 años que, en el municipio madrileño de Parla, recibió 17 puñaladas con también un final horriblemente funesto.
Estos son hechos, para algunos, sin una causa analizable desde un punto de vista sociológico y/o psicológicos y, por tanto, serían simples hechos aislados en el contexto de cosas que suceden en un domicilio (violencia doméstica). Huelga decir que no es así.
Los mal llamados micromachismos, no son más que una expresión de aquello que ampara, justifica y consiente diferentes formas de desigualdad y, por extensión, violencia de género.
Percibir la realidad
Desgraciadamente, hay muchas formas de cometer la violencia y, en el caso de la de género, la que engrosa las estadísticas es en forma de homicidio/asesinato.
El haber normalizado cifras de entre 40 y 60 mujeres muertas al año por parte de sus parejas o exparejas, no es algo baladí. Dejad que a modo de nefelibato, se puede pensar que todo cambiará si hay una educación basada en la igualdad.
Quizá el problema sea seguir viendo la violencia de género como un epifenómeno y no una problemática esencial que solo puede ser corregida desde la educación en igualdad.
Cuidado
El mes de julio no ha traído cambios positivos. Desde un incendiario respecto a su expareja hasta lo que, desgraciadamente, pueda venir.
Qué hartazgo de cifras, cuánto desasosiego con debates absurdos llenos de hipocresía, cuándo habrá una visión realista de un fenómeno que implemente acciones dedicadas a la erradicación de una lacra.
La pregunta es si será posible una verdadera educación igualitaria que fomente un óptimo desarrollo social y de la personalidad.
La igualdad ha de ser algo inmarcesible, un valor acendrado y nunca una cuestión de debate. Históricamente no la ha habido, facilitemos su asentamiento e, indudablemente, la violencia de género dejará de ser objeto de dudas.
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