Llevamos casi tres semanas con el beso que ha dado pie a todo tipo de tertulias, valoraciones y posicionamientos.
Los besos no dejan de ser una muestra de afecto pero, tampoco vamos a engañarnos, hay muchos tipos de besos (sí, aunque no lo creáis) y, sobre todo, hay muchos contextos que determinan el porqué de su aparición.
Profundicemos en esta temática que, inesperadamente, se ha puesto de actualidad.
Introducción
Es obvio que este escrito tiene sus raíces en, sobre todo, la victoria mundial de la selección de fútbol femenina española, pero, por desgracia, todo lo que ha venido después con el “famoso” beso y el consiguiente debate que se ha abierto. Allende de valorar otras tantas acciones del designado con el plural de la palabra que alude a una tierra o planta que tira al color rubio, parece interesante valorar la temática de los besos.
Por añadidura, no hay que negar, que es bastante lícito querer besos. Ya decía la famosa canción que quería besos que le despertasen todas las mañanas, “besos por la tarde, sigue habiendo besos. Luego por la noche me de beso pa´ cenar” (dejad de cantar, leches).
Pero cuáles son los tipos de besos y en qué contextos se producen.
Tipos de besos
Cuando se habla de besos, hay tantos adjetivos (tipos) como quizá besos haya dado más de uno/a en su vida… Beso broche, palpitante, con presión, inclinado, directo, de lado, superior, para distraer y hasta sin reloj. Espera, que estos son del Kamasutra, pero hay otros como el del esquimal (véase David el Gnomo y su choque de nariz repetitivo), el beso francés (lenguas a la batalla) o el dichoso pico (los labios entran en contacto sin introducir la lengua).
Como peino canas, sé que interesa saber cómo es alguno de los anteriores. Y sí, explicaremos los nombrados:
En este sentido, el de broche implica que uno de los dos “besantes” contiene sus labios con los del otro; el palpitante tiene que ver con muchos besos pequeños en la boca y comisura del/de la contrario/a (cariñoso); con presión implica besar fuertemente los labios con la boca cerrada (¡uy!, éste me suena); el inclinado es cuando uno/a de los implicados/as echa la cabeza para atrás (no confundir con “la cobra”); el directo es unir directamente los labios y “absorber”; el de lado orienta hacia un pequeño giro de las cabezas implicadas para posibilitar y/o facilitar la introducción de lenguas; el superior va con el tema te morder el labio homónimo de la parte contraria; el de distraer implica provocación o, lo que es lo mismo, que cada uno/a elija donde y; por último, el llamado sin reloj es casi onírico en su definición, dado que se plasma en el olvido del tiempo, concentrándose únicamente en la pareja.
Los contextos
A nadie se le escapa que en esto de las polémicas, para opinar, hay que contar con toda la información y, como no es el caso, pero no se rehúye la polémica, resulta interesante dejar caer algunas preguntas tácitas como: ¿es una acción apropiada?, ¿cabe discutir quién levanta a quién?, ¿hay machismo en ese u otros comportamientos del implicado?
Vale, dejaremos los debates, pero lo que sí parece obvio es entender los procesos que suelen ocurrir en situaciones de vivencia de que alguien se ha sobrepasado con otra persona.
Y es que la jugadora implicada ha ido pasando por las diferentes fases típicas de quien se siente objeto de una situación de abuso (no ponemos apellidos innecesarios). Primero intentó justificarlo y minimizarlo, después comenzó a ser crítica con lo sucedido, llegó el empoderamiento y posibilidad de denuncia y, finalmente, la culpa y vergüenza, amén de otros miedos, que pudieron y/o han podido frenar toda intencionalidad de señalar su perjuicio.
Por la otra parte, es obvio y habitual, minimizar y ridiculizar a la parte contraria, entonar un mea culpa en tono bajo y, por último, culpabilizar a la posible víctima.
Conclusión
Y es que decía Bécquer que el alma que puede hablar a través de los ojos también puede besar con la mirada, pero me da a mí, que esto no es del todo aplicable al momento de efusividad del que tiene apellido vinculado a la tierra “amarillenta”.
Y es que, en ocasiones, es mejor besar con la mirada que con la boca.
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